domingo, 10 de junio de 2012

Capítulo 4. Bipolaridad.


Lucas me llevaba casi a rastras cogiéndome fuertemente del brazo. Mis pasos eran torpes, mis pies se cruzaban y no conseguía estabilizarme lo suficiente como para poder andar con normalidad.

Cuando salimos del parque ya había recobrado un poco más mi conciencia, me notaba ya dueña de mí misma pero la inseguridad permanecía. Miré a Lucas para sentirme segura, los dos estábamos de pie, con lo que me percaté por primera vez de que era bastante alto. Su camiseta de manga corta estaba moldeada por su figura. Se podían perfectamente percibir sus omóplatos y los músculos de su espalda, como si fuese un gran nadador.

Miré perdida a la calle, había pasado más tiempo del que recordaba porque ya no conocía la zona. Me sentía medio tonta y sobre todo, usada. Me sentía como el típico objeto de exposición que todo el mundo usa antes de comprar algo para verificarse de su calidad.
Giró ante el jardín de una casa, y al llegar a la puerta hizo algo extraño. Yo miré curiosa y observadora como cogía la llave de su bolsillo, ponía esa mano en su cadera y la metía en el cerrojo.

Sólo cuando la puerta se abrió me percaté de que estábamos entrando en una casa. Mi cerebro iba a cámara lenta, asimilando las cosas demasiado despacio.
Lucas me dejó en la entrada mientras subía de forma ágil las escaleras de la que debía ser su casa.

Escuché el tic-tac de un reloj y por primera vez noté que empezaba a respirar, como si hasta ese momento hubiese mantenido el aire a causa del shock. Poco a poco salí de mi vaporoso estado y me fui fijando en las cosas que me rodeaban. La casa era sencilla, de paredes claras y muebles de madera. Entré al salón y encontré la causa del tic-tac, un pequeño reloj de madera colgaba de la pared como si en cualquier momento fuese a salir un pequeño cucú.
Había dos mesas, una grande, marrón rodeada de seis sillas de similar color y una más pequeña, de cristal, que se encontraba al lado del sofá, envuelto por una manta de retales. La televisión era negra, normal y estaba apoyada sobre una mesa baja y larga de un color más claro que el resto del mobiliario. En el centro del salón, justo debajo de la mesa de cristal, había una gran alfombra persa de color rojo.

Un ruido pausado hizo que me girase a observar a Lucas bajando las escaleras. Se había puesto las gafas de Sol que tenía cuando le conocí. De esta manera me llamaba la atención que no me hubiese dado cuenta que era él desde el principio, cuando estaba tirado en el suelo. Tal vez eran las gafas y la sangre, o que en ninguna circunstancia hubiese pensado que estaría ahí, o a lo mejor...la euforia del momento que no me dejó pensar con claridad.

Me quedé mirándole en silencio cuando llegó a mi nivel. Era alto y delgado, con músculos largos. Su pelo negro azabache era más corto por los lados y tenía un largo flequillo tan liso y fino que se asemejaba al de los asiáticos. Se había cambiado la camiseta llena de sangre y se había puesto una nueva, blanca, de tirantes, que dejaba a la vista la musculatura de sus hombros y brazos y las salientes venas de sus antebrazos. También se había cambiado de pantalones, poniéndose unos cortos y anchos, como de baloncesto, eran negros y con una franja horizontal en la parte baja de color amarillo. Todo iba rematado con unas Vans rojas, como siempre, a juego con sus gafas.

Me miró.

-¿Estás bien?-fue lo único que preguntó. Su voz era cautelosa al igual que su postura, demasiado lejana.

Yo asentí en silencio limpiándome lo que quedaba de lágrimas en mi cara. Lucas se mordió el labio, y lentamente se acercó a mí, me agarró la cintura con cuidado y me abrazó hundiendo su cabeza en mi cuello.

Yo me quedé a la defensiva por un rato hasta que me di cuenta de que eso era justamente lo que necesitaba. Me relajé y me apoyé en su hombro y mis lágrimas empezaron a caer de nuevo. Enlacé mis manos en el cuello de Lucas mientras empezaba a desahogarme de todo. 
Al respirar tragué su aroma, olía a mar y a hierba, era difícil de explicar. Lentamente me fui soltando, sintiéndome, gracias a Lucas, mejor. Él me agarró por los brazos para asegurarse de que realmente estaba bien de un último vistazo. Sonreí para complacerle y me limpié mis lágrimas.

-Muchas gracias por todo -musité creyendo que iba a empezar a llorar otra vez- de verdad.

Él me miró en silencio.

-No hubieses entrado en la pelea si no hubiese sido por mí, así que no me agradezcas nada.

El odioso tic-tac se volvió a hacer audible.

-¿Cómo...cómo lograste dejarles a los tres en el suelo?

-Tenía una vara de hierro en la cazadora, siempre la llevo, les golpeé con ella.

Algo no encajaba muy bien del todo, y aunque mi cerebro no estaba en la labor, encontré un fallo en la historia.

-¿Y por qué no les pegaste antes con la vara esa?

Su respuesta fue demasiado rápida, casi pensada con antelación.

-No me dio tiempo a sacarla.

-Y... ¿por qué te pegaban? -pregunté acercándome cada vez más al aura de un interrogatorio.

-Son unos idiotas, -dijo mirando hacia otro lado- no se sienten varoniles el día que no pegan a alguien.

-Yo...creo que tengo que irme.

-¿Te has mirado en el espejo? -dijo volviendo a mí la mirada.- ¿Quieres llegar así a tu casa?

No le entendí, así que me acerqué al espejo de la entrada y miré mi aspecto.

Mi pelo castaño estaba sucio, lleno de barro y despeinado. Mi cara estaba blanca y mis ojos marrones se mantenían sumergidos en un mar rojo. Mi blusa blanca estaba manchada, al igual que mi cara y mis brazos. Mi cinturón marrón colgaba a los lados, roto. Exhalé ante mi aspecto.

-Puedes ducharte o...si quieres te presto una camiseta o algo. -se ofreció Lucas.

Estaba claro de que no podía llegar así a mi casa. Mis padres pensarían que...pensarían...

-Sí, por favor. -pedí.

Hizo un gesto para que subiese la escalera con él, y esta vez, caminó despacio.

La planta de arriba era igual que la de abajo, con los mismos tonos y el mismo estilo. Lucas me paró en un momento y me dejó en el pasillo a las puertas de lo que supuse era su habitación. Al segundo, salió con una camiseta azul, me la tendió y fue hacia un armario que había al final del pasillo de donde sacó una toalla color crema.

Me señaló el baño y me metí en él.

Dejé la camiseta y la toalla, me quité la ropa y me duché. El baño era similar al mío, de un blanco impecable y brillante. La ducha fue una buena idea, el agua despejó mi mente y el jabón y la espuma me alegró el día. Al fin y al cabo, no había llegado a ser violada.

Me puse mi pantalón y me metí dentro de la camiseta de Lucas que me venía bastante grande. 

Sequé un poco mi cabello con la toalla y salí. En el pasillo no encontré a Lucas, así que bajé las escaleras y lo busqué en el salón.

Estaba tumbado en el sofá, con la cabeza colgando ya que no cabía del todo, tenía puestos unos buenos cascos, de esos que siempre me gustaron y movía el pie a un ritmo rápido. Seguía llevando las gafas, con lo que solo pude suponer que debía tener los ojos cerrados.
Me acerqué en silencio para poder volver a observarle y hacerme una idea de como podía ser él. Tenía pinta de “hola guapa, adiós guapa”, como llamaba yo a los que se interesaban continuamente en nuevas chicas y no tenían una relación larga.

Se quitó los cascos y se incorporó.

-¿No vas a ducharte? -pregunté viéndole el pelo sucio y la cara aún con un poco de sangre.

-Sí, esperaba a que salieses, hay poca agua caliente.

Asentí dándome cuenta de que seguramente tendría que ducharse con agua helada.

-De nuevo, gracias por todo.

Él sonrió de una manera seductora.

-De gracias nada, ahora tú me debes un favor.

Le miré sin saber a que se refería.

Él se levantó y se acercó a mí. Cuando estaba a una distancia prudente alzó su mano hasta la comisura de mi boca y desde ahí acarició mi mejilla.

-Sabes a qué me refiero.

Di un paso hacia atrás.

-Ni siquiera te conozco. -le dije incrédula de su cambio repentino de personalidad.

Se acercó a mi oído y susurró produciéndome escalofríos.

-No es necesario. -la piel de mi cuello se erizó. Su aliento no era frío ni caliente, y produjo un escalofrío que me invadió internamente de pies a cabeza. De nuevo volvió su aroma y me llamó la atención como dos olores tan distintos quedaban tan bien en él. Mar y hierba.

-Mira, de verdad, muchas gracias por todo. -dije apartándome- pero no sé que mosca te ha picado de repente.

Me acerqué a grandes zancadas a la puerta y la abrí, me giré en el último momento dándome cuenta de que se me olvidaba una cosa.

-¿Cómo...supiste mi nombre?

Estaba más cerca de lo que pensaba, de pie, en la entrada. Sonrió de forma traviesa.

-¿Descifraste mi mensaje, eh? -dijo metiéndose las manos en los bolsillos.- Tengo mis métodos.

-Mi amiga cree que eres un acosador. -dije ya sin saber qué pensar de él.

-¿Tú que opinas al respecto?

-Que eres bipolar. -cogí la puerta y salí, antes de cerrarla él la mantuvo un instante con sus manos.

-¿Sabes lo bueno de todo esto? -dijo aún sonriendo.

-¿Qué? -dije curiosa.

-Que tendrás que volver para traerme la camiseta. -Soltó la puerta y mi ímpetu hizo que ésta se cerrase de un fuerte golpe.

6 comentarios:

  1. para cuando el 5????
    yo ya he subido el 9 :)
    http://1dpaularomerohidalgo.blogspot.com.es/2012/06/capitulo-9.html

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    1. Estoy en ello!! Es que me atasco, pero pronto, pronto lo prometo!!

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  2. djashdskljhdaskdhasdaskdhaskd Este capitulo es extraño... o debería decir bipolar?
    Me he muierto literalmente de amor al principio con Lucas, pero luego brbrbrbrb me ha dado muy mal rollo, no sé.
    Pero lo que sobretodo es este capitulo es genial, un besaaaazo :)

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    1. sí, a lo mejor es demasiado raro u.u^pero quiero hacer extraño el personaje de Lucas por todo lo que le pasa y eso...
      Eres A-D-O-R-A-B-L-E!!!

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